Silvia Ferrándiz de Hinojosa nació el 1 de marzo de 1962. Habitante de Buenos Aires, Silvia nació en Libertad, un pueblo próximo a la capital.
Su madre era Anita de Hinojosa Buendía. Tenía una pequeña tienda en el centro de la cuidad en la que vendía pasteles y pastas, una vocación que Silvia heredó. La pequeña tenía una estrecha relación con su madre cosa que cambió a medida que pasaba el tiempo por deseos de Silvia. El padre de silvia se llamaba Fido Ferrándiz Rohde, era de ascendencia alemana por parte de su madre y vivió sus siete primeros años en Hannover, hasta que esta le abandonó su marido y tuvo que salir del país con su hijo a Buenos Aires, donde vivía la abuela y el abuelo del pequeño Fido.
Los padres de Silvia se conocieron en el mercado, cuando Fido fue a comprar unos dulces para su madre y entró en la tienda de Anita, se enamoró completamente de ella. Desde entonces, Fido se gastaba su paga en dulces para ver a Anita. Así, la pareja se formalizó y a los dos años de noviazgo tuvieron a Silvia en un viaje de aniversario que hicieron a Libertad.
Silvia tuvo problemas de crecimiento, por lo cual sus padres siempre estaban preocupados porque no crecía al mismo ritmo que los demás niños, aunque esto no disuadió su fuerte carácter. Era una niña muy activa y jugaba todo el día en el patio de la casa con las escaleras de madera que su padre le construía. Su madre solía cantar cuando limpiaba la casa, algo a lo que a Silvia le ponía los vellos de puntas del talento que tenía Anita para cantar.
Silvia, al ser hija única fue al colegio hasta los quince años donde aprendió a coser, leer, escribir, etc. En una celebración de la boda de su tía conoció a Tomás. Desde entonces fueron conociéndose hasta que se hicieron novios. Tomás era un chico no muy alto de pelo claro y ojos verdosos a la luz del sol que hacía muy buena pareja con la estatura y anchuras de Silvia.
Tanto los padres de Tomás como los de Silvia deseaban el matrimonio de ambos, así que apenas al cabo de un año ya estaban casados. Se mudaron a San Martín para que su hijo fuera al colegio donde el padre estudió. Al año y medio de asentarse en San Martín tuvieron a Javier, que vino acompañado de Manolito, unos mellizos muy morenos, con los rasgos de Silvia y con los ojos verdes.
Tuvieron los mellizos una infancia un poco difícil ya que un retoño no es lo mismo que dos y nunca tuvieron mucho dinero, aunque nunca les faltó comida.
Manolito fue al colegio, en cambio a Javier que decidió seguir los pasos de su abuelo materno y ser carpintero. Crecieron y cada uno fue a un pueblo diferente a seguir con sus estudios y trabajos respectivamente.
Mientras, Silvia y Fido seguían en Buenos Aires, manteniendo la tienda de Anita en funcionamiento. Y aunque tenían mucha clientela, Silvia se sentía muy cansada al llegar a casa.
Silvia tenía anemia, por lo cual no podía trabajar todo lo que ella pudiera en la tienda, así que Fido tuvo que encargarse de ella. Hasta ahora, Silvia es jubilada cuidando de su casa al igual que Fido y en las épocas de mucho trabajo, de sus nietos también.
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