Iustus Cicero nació en el 16 a.C en la Tarraconensis, en Lucus Augusti. Era huérfano de padre ya que este murió por enfermedad. Su madre Minervilla Claudia lo formó para ser guerrero desde pequeño, incitándolo a superar a sus amigos en todos los aspectos. Iustus creció y junto a su madre, se mudó a Pompaelo para seguir formándose en el arte bélico. Allí se enamoró de Helena Placidia, con la que se casó en el 3 d.C. Dos meses después, su madre murió, y seguidamente, se volvió a mudar, esta vez a el lugar por excelencia del guerrero: Esparta. Desde el 3 d.C hasta el 10 d.C estuvo entrenando hasta entrar en el ejército espartano. En su sexta batalla del lado de Esparta, Iustus recibió una lanzada en la pierna derecha. Ese mismo día, murió (12. d.C). Desde entonces, desacorde a su religión y dejando la verdadera en duda, se desmaterializó y vagó por el mundo de los vivos y los muertos como tal que era. Según el código espectral, un fantasma será afable si en vida falleció por una causa justificada y beneficiosa para su entorno, tendrá opción a visitar el mundo de los vivos cada cien años. Así hizo Iustus Cicero, y le asignaron un cargo de los más importantes, el fantasma de las navidades presentes. Pasó un tiempo e hizo su primer regreso al mundo mortal, se estrenó profesionalmente con Judas Iscariote, un apóstol de Jesús de Nazaret, el que casi le cuesta el puesto de trabajo. Siguió su carrera profesional, cuando en unas navidades del 1800 el Consejo Espectral le mandó una carta para que hiciera una bajada extraordinaria y urgente al mundo de los no muertos. Allí le encargaron a un hombre muy avaro, con un corazón casi de piedra y los sentimientos tan fríos como la nieve, fue uno de sus logros más reconocidos junto a Mahatma Gandhí, un hombre que si no hubiera sido por Iustus... quién sabe lo que sería de nosotros.
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